Publicada: 31-03-2021
Categoria: Cultura
Es la mañana más importante en el calendario de los vecinos de una calle singular. Una calle que suena de igual modo a apellido de vecino bollullero que a la advocación de su Madre, pero que siempre se conjuga con el sobrenombre “Callelino”. Se oye el repicar de campanas que lo explican: ¡Ha llegado el Miércoles Santo! El tañido metálico se escucha a varias manzanas desde primeras horas matutinas, anunciando que los exornos florales ya están dispuestos y que todo está listo en ese enclave terrenal del mismísimo paraíso. Sí, la capilla trasciende de lo mundano, pues como describe el dintel de su monumental puerta, “HAEC EST DOMUS DEI ET PORTA COELI”, traspasar su umbral es como entrar en el cielo. Todos los allí presentes ansían con nervioso entusiasmo la llegada del atardecer.
La tarde noche del Miércoles Santo, la Hermandad de La Columna realiza su estación de penitencia en Bollullos con un cortejo formado por dos pasos. Es una cofradía de barrio y popular, que venera a dos Titulares dolientes de forma rebosante de alegría y amor gozoso.
El paso de Cristo está formado por cuatro esculturas que representan el momento de la flagelación. Dos sayones ladinos y barbudos que azotan a Jesús con sendos flagrum romanorum: uno a su siniestra, que mira con tirria sádica su espalda mientras alza su brazo para el latigazo; y el otro a su diestra, que lo señala con el arma tortuosa mientras conversa con la tercera imagen secundaria: un centurión romano que porta la condena de la brutal agresión. Ambas tres fueron talladas por el insigne imaginero carmonense Francisco Buiza en 1974, y compradas a la sevillana Hermandad de Las Cigarreras en 2002. Finalmente, la imagen del Sto. Cristo Atado a la Columna, talla anónima de los años cuarenta del pasado siglo, reformada ampliamente por Berlanga de Ávila, discípulo de Buiza, viene a recoger la disposición de los modelos dieciseptinos de la misma iconografía: Cristo en contraposto y atado a una columna baja. Hay que destacar en el misterio la imaginería menor de su canasto, obra también de Berlanga, con una acertada alusión a los títulos nomenclaturales de la Hermandad: los relieves de las cartelas, basados en el Hospital de la Caridad de Sevilla, indican su origen hospitalario y caritativo, y se combinan con las virtudes teologales, cuatro santos limosneros en las esquinas (San Julián, Santo Tomás de Villanueva, San Juan Limosnero y San Martín) y una representación de Don Miguel de Mañara, venerable fundador del citado hospital.
Por su parte, el paso de palio lo entrona la bellísima imagen de Ntra. Sra. de la Misericordia, magistral dolorosa del desconocido pero importante escultor visueño Manuel Vergara Herrera en 1952. Autor, entre otras obras destacadas, de la imaginería menor del paso de la Soledad de San Lorenzo de la capital hispalense. Las bambalinas del palio fueron adquiridas a la Hermandad de la Amargura de Jerez de la Frontera en 1953. Destacan, entre las numerosas joyas que visten a la Virgen, la magnífica saya bordada sobre raso blanco por Ignacio Escobar y el fajín de General de Brigada del Ejército del Aire donado por Fernando Martínez.
No podrán este año el Hijo y la Madre de Callelino regustarse en su salida y entrada por el barrio. No podrán recibir las frondosas lluvias de pétalos de los balcones de sus fachadas ni recoger los vivas espontáneos de espectadores sugestionados por el ambiente algarabioso. No podrán los costaleros deleitar las retinas de los que tienen la suerte de ver sus exquisitos andares. No podrán sus numerosos nazarenos anegar de morado de Trento tantos escenarios al mismo tiempo. Pero aquel barrio trinombrado, sea Velarde o Callelino, pero siempre de su Misericordia, quedará a la espera.