En el término Los Villares de Marchenilla se fundó la antigua ermita rural de San Juan de Moraniña, morada de religiosos de la orden de los franciscanos, situada en el camino entre Almonte y Sanlúcar de Barrameda.
Una de las principales joyas de la localidad de Bollullos es el convento de San Juan de Moraniña, una construcción medieval que ha visto pasar numerosas generaciones.
Esta construcción se levanta a unos pocos kilómetros del casco urbano en el término Los Villares de Marchenilla, sobre la antigua ermita rural de San Juan de Moraniña, situada en el término que conducía de Almonte a Sanlúcar de Barrameda.
En el año 1400, concretamente el 16 de febrero, se fundó este convento, que correspondía a religiosos de Tercera Orden de Penitencia de San Francisco.
Estos monjes en un principio tenían concedida la ermita de Santa María de las Cuevas, en la Isla de la Cartuja, de Sevilla, pero el arzobispo Gonzalo de Mena y Roelas la entregó a los Cartujos. A los terceros franciscanos les dio a cambio el sitio de San Juan de Aznalfarache y la ermita de San Juan de Moraniña.
La fundación se vio ayudada por Enrique Pérez de Guzmán y Castilla, segundo conde de Niebla, con la donación de las rentas de la dehesa de Montaniña y la finca de los Villares. En ella se dio culto a la imagen de Santa María de Moraniña, titulada de consolación, que focalizaba la devoción de toda la comarca durante los siglos XV y XVI.
Posteriormente, en 1602, la comunidad de franciscanos decidió trasladarse a un nuevo convento construido en Sevilla llamado Nuestra Señora de Consolación. Ellos enajenaron las tierras y llevaron consigo todos los objetos de culto, incluyendo la imagen de la Virgen de la Consolación venerada por los feligreses de la región. Para ello obtuvieron el 14 de julio de 1603 bula de autorización de Clemente VII. Vencieron tierras y huertas al cura de Almonte Juan Pino.
Años mas tarde, por las circunstancias propias de la orden y a instancias de los vecinos, regresaron los frailes, aunque quedó la imagen de la Virgen en Sevilla, donde se venera en la actualidad en la iglesia de los Terceros en el Altar Mayor. En su lugar trajeron una imagen de la Virgen del Socorro.
Según Juan de Ledesma esta Virgen del Socorro perteneció a una parienta de los duques de Guzmán de Medina Sidonia. Ella habitaba en un castillo próximo a la ermita. De ahí puede que se llamase San Juan de Moraniña “donde mora la niña de Guzmán”.
La imagen de la Virgen, que es de autor anónimo, no alcanzaba los 90 centímetros de altura y data, aproximadamente del siglo XVII. Hoy día esta imagen se conserva y también parte de lo que fue el Altar Mayor del ábside del convento en la capilla Nuestro Padre Jesús Nazareno.
La desamortización afectó en el año 1835 al convento y quedó convertido en una casa de labor. Su capilla fue derribada en 1843. La finca fue comprada por Antonio Delgado Hernández y actualmente está en posesión de sus herederos. Junto a la finca se conserva un ejemplar del zapote, árbol americano, cuya importación es atribuida por la tradición local al marinero de la ciudad Pedro Larios. Hoy puede verse desde la carretera la silueta de lo que había sido el torrejón de la viga.
El estilo artístico del convento que había sido punto de encuentro entre frailes y feligreses de la zona es mudéjar, construido con ladrillos cocidos.
Lo que se conserva en la actualidad son los arcos de medio punto, la escalera, la torre del molino, el pozo y poco más, ya que tras ser destejado en la época de los ochenta por desconocidos, su estado empeoró y comenzó una lenta agonía de desaparición.
Otros conventos de la misma orden del reino de Sevilla en la época de la Baja Edad Media son los de San Juan de Aznalfarache de advocación a San Sebastián, fundado por los frailes de las cuevas, restos conservados en La Cartuja de Sevilla; el otro se encontraba en Lebrija a la advocación de Santa María de Jesús y fundados por los frailes de la villa.
Este convento se debe catalogar como Bien de Interés Histórico Artístico para evitar la ruina y desolación del edificio. Una joya de gran valor histórico, que se está extinguiendo lentamente.