Su recorrido se inicia en Cruz de Montañina, pasando por el Santo de Remuñana, en un mar de viñas, atraviesa la Ermita de Ntra. Sra. De las Mercedes y finaliza en el Lagar Majuelo Soto.
Desde la lejanía, el viajero puede observar uno de los monumentos reflejo de la historia de una comarca marcada por la actividad vitivinícola: el Santo de Remuñana. Es un monumento que simboliza las parcelaciones en la época de la reforma agraria y su posterior venta a los más necesitados. A unos diez kilómetros del casco urbano de Bollullos, es uno de los puntos de interés turístico de la provincia, al cual se accede a través de un tranquilo y relajante paseo entre viñedos y olivos.
Dos hechos históricos marcarán la vida de Bollullos y sus ciudadanos en este siglo: las parcelaciones de dehesas de los años veinte y la creación de la Sociedad Cooperativa Vinícola del Condado, en 1956, que aglutina no sólo la mayor parte de la producción de vino de la ciudad, sino también de la comarca del Condado de Huelva, denominación de origen a la que se acoge la gran mayoría de los caldos del municipio.
De ese primer acontecimiento importante de la historia de esta localidad (parcelación de las dehesas de Montañina y Remuñana), se conservan monumentos que hacen que no se olvide de la memoria de las nuevas generaciones.
Así, está el Monumento del Sagrado Corazón de Jesús en lo que era la Dehesa de Remuñana, conocido popularmente como El Santo de Remuñana.
Este singular monumento se alza entre los viñedos que hay en dirección a Almonte desde Bollullos. Desde la propia autopista se ve a lo lejos elevado sobre su pilastra.
Símbolo de gratitud. Inaugurado en agosto de 1927 por Don Francisco Pérez y Vacas, representa el testimonio de gratitud de Bollullos por el mayor acontecimiento social de su época: la reforma agraria que se llevó a cabo en esas fechas por el Sindicato Agrícola Católico. El monumento es de ladrillos cara vista y labrados con cuatro medallones con los lemas y símbolos del Sindicato, midiendo trece metros de altura, terminado en obelisco y coronado por una bella imagen del Sagrado Corazón de Jesús en bronce y de tamaño natural.
Hasta que se consigue llegar a los mismos pies de este monumento, se recorren varios caminos, donde la paz que proporciona el campo hace que el tiempo se detenga y no parezca que hemos cambiado de siglo.
El entorno. En el camino, se entremezclan los sonidos que la tranquilidad y el sosiego que la campiña produce con los alegres trinares de los gorriones, golondrinas y demás animales que habitan en los campos.
A lo largo de todo el recorrido, el paisaje que acompaña son bellas parcelas de olivos y viñas, las cuales se encuentran en estos momentos cargadas de uva que pronto serán recolectadas en la próxima vendimia. También se va observando como los nuevos cultivos hortofrutícolas como los cítricos van pidiendo paso a los olivos, viñas y pequeñas plantas de fresas. La fisonomía del paisaje, que se asemeja a una colcha de las que las abuelas tejían en tiempos pasados de múltiples colores para cubrir los colchones, le dan un colorido y una vista especial a todo lo que la vista alcanza a ver. Es un paseo para dejar aflorar sensaciones olvidadas, para que los sentidos se explayen.
Esta dehesa pertenecía al Sindicato Agrícola Católico, cuyo presidente y fundador fue Francisco Pérez y Vacas. De el nació la idea de la parcelación y posterior venta a los más necesitados. De esta manera, la dehesa de Remuñana fue descuajada. Sus nuevos dueños, aquellos insolventes de otros tiempos, se hacen cargo, entre los años 20, 21, de las 835 fanegas de algo de más de sesenta y cuatro áreas cada una, que diera de si su parcelación y que serían pagadas en diez años a un precio* muy económico de aquella época.
Dentro de la finca, varias parcelas serían reservadas. Una de éstas se halla en el centro geográfico de la anterior dehesa, donde el 7 de agosto de 1927 sería inaugurado el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, al que la gente suele llamar, El Santo de Remuñana.
El resto de las parcelas, junto al caserío, fueron guardadas para construir en ellas una escuela de capacitación agraria, hecho que no se produjo, pero que con posterioridad a su venta se pudo fundar una escuela de primera enseñanza.
Aquella dehesa de alcornoques y montes bajos, que en el año 1918 era poco menos que improductiva, en pocos años pasó a convertirse en unas parcelas cultivadas con ahínco donde las viñas y los olivos, los frutales e incluso cereales, recrean hasta hoy la vista de estos terrenos. Y así, pervive en la memoria colectiva la historia de este sindicato y de su fundador.
Cuentan las crónicas de aquella época que el entierro de Francisco Pérez y Vacas, fallecido el 1 de mayo de 1933, fue algo así como una manifestación de duelo común, que todos quisieron rendir a aquel hombre singular, que había sido protector y ejecutor de una obra de transformación social que quedaría en la memoria colectiva de todo bollullero/a.
Monumento a Pérez y Vacas
Por esta labor y por otras, el 18 de marzo de 1978 se colocó una estatua en bronce sobre pedestal de granito gris, en actitud oratoria dirigiendo su mirada al campo de Montañina, otra de las dehesas que el sindicato adquirió y que luego parceló y entregó a los jornaleros, que preside la Plaza de la Piña de la localidad en la actualidad. El proyecto fue realizado por el arquitecto Francisco de la Torre, siendo el escultor Nicomedes Díaz Piqueras. En la cara frontal del basamento se lee: Bollullos par del Condado a D. Francisco Pérez y Vacas. 1868 – 1933. MCMLXXVII.